Cubana vive diez años debajo de una escalera en La Habana

Una realidad dolorosa y común en las calles habaneras

En el corazón de La Habana, donde el deterioro de muchas viviendas contrasta con la belleza histórica de la ciudad, una historia de lucha, abandono y supervivencia ha salido a la luz: una mujer cubana ha pasado diez años viviendo debajo de una escalera, sin techo seguro, sin apoyo familiar y sin acceso a servicios básicos de salud o protección social.

Este caso no es un hecho aislado, sino un reflejo de una problemática cada vez más visible en la capital cubana. El rostro de esta realidad: Alejandrina Kindelán, una mujer que convirtió un rincón de concreto, al abrigo de una escalera en el municipio Centro Habana, en su único refugio.

Una década de olvido bajo el cemento

Alejandrina, de unos 60 años, enfrenta una serie circunstancias que resumen muchas de las fallas estructurales del sistema de atención social en Cuba. Según relatos de vecinos y de la propia mujer, ha perdido contacto con sus familiares, no tiene acceso a una pensión adecuada ni a atención médica consistente. Su espacio de “residencia” está expuesto a la humedad, infestaciones y riesgos de derrumbe.

Este “hogar” improvisado carece de agua corriente, electricidad e instalaciones sanitarias, hechos que agravan todavía más su situación ya precaria. Dormir en un piso frío, acompañada de diversas pertenencias apiladas en bolsas y cajas, se ha convertido en su rutina diaria.

¿Cómo llegó a esto?

Aunque no hay una historia detallada y documentada de cómo Alejandrina llegó a vivir en estas condiciones, sus circunstancias son comunes entre muchos ancianos cubanos que, por distintas razones —separaciones familiares, pérdida de propiedades, problemas mentales sin tratar o ingresos insuficientes— terminan en la calle.

Cada día crecen las voces que denuncian estos casos, que representan el extremo más vulnerable de una población envejecida y carente de recursos.

El abandono institucional y el papel de la comunidad

Durante esta década, vecinos del lugar han intentado ayudar a Alejandrina como pueden: le comparten algo de comida, le donan ropa o medicamentos, y se mantienen atentos ante cualquier emergencia. Sin embargo, esta asistencia solidaria no sustituye la responsabilidad del Estado en proteger a sus ciudadanos en situación de vulnerabilidad extrema.

¿Qué ha hecho el gobierno local o el sistema de salud ante esta situación? Según lo investigado, poco o nada. Hay una ausencia notoria de intervención social efectiva. En los escasos intentos de internarla en un albergue, la respuesta oficial se ha limitado al trámite burocrático, sin seguimiento real.

La Cuba que no se muestra en los folletos turísticos

Mientras el gobierno promueve al país como un destino turístico seguro, con cultura vibrante y gente feliz, decenas —quizás cientos— de cubanos como Alejandrina sobreviven día tras día sin un techo ni comida segura. En calles céntricas por donde pasan a diario visitantes extranjeros, se esconden realidades como esta, bajo escalones, en bancos de parques o edificios a punto de colapsar.

Es una contradicción dolorosa: la nación que enorgullece su sistema de salud y educación, no logra dar respuesta a ciudadanos desprotegidos que solo piden lo mínimo: un lugar seguro donde dormir y vivir con dignidad.

¿Qué podemos hacer?

La historia de Alejandrina debería despertar conciencia y generar acciones. Más allá de críticas ideológicas, se necesita un enfoque humanitario que incluya:

  • Programas de asistencia reales para personas sin hogar que contemplen albergues permanentes y acompañamiento psicológico y médico.
  • Intervención comunitaria que permita identificar a tiempo situaciones de riesgo social en mujeres y personas mayores.
  • Fomentar campañas de concientización en medios locales e internacionales para visibilizar estas realidades.

No se trata solo de contar la historia, sino de exigir soluciones estructurales que eviten que más cubanos terminen bajo una escalera esperando ayuda que nunca llega.

Un futuro incierto

Mientras tanto, Alejandrina sigue allí, debajo de una escalera, resistiendo al paso del tiempo, al olvido institucional y a las inclemencias del clima, con la esperanza de una vida más humana. Su caso es una llamada urgente a mirar de frente la otra cara de la Cuba real.


Puede leer el artículo original en el siguiente enlace: https://www.cubanet.org/diez-anos-debajo-de-una-escalera-la-vida-de-una-mujer-sin-hogar-en-cuba/

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