Estafa en Cuba: la verdad sobre las casas del oro y la plata
¿Qué eran las Casas del Oro y la Plata?
En la década de 1980, el régimen castrista implementó un proyecto que en su momento fue presentado como una medida de “beneficio social”: las denominadas Casas del Oro y la Plata. Según la narrativa oficial, estos establecimientos fueron creados para ayudar a las familias afectadas por el éxodo del Mariel, quienes comenzaban a recibir joyas y artículos de valor enviados por sus familiares en el extranjero.
La premisa era simple: las personas podían llevar sus joyas de oro y plata a estos centros, donde el Estado las compraba a cambio de una factura o vale, supuestamente canjeable por su valor en moneda nacional o en pesos convertibles. La realidad, sin embargo, mostró una cara mucho más oscura de este experimento económico.
Una promesa de redención convertida en estafa
Lo que comenzó como una “solución temporal” rápidamente se convirtió en una gigantesca operación estatal de acumulación de metales preciosos. Familias enteras entregaron anillos, cadenas, relojes, aretes y otros objetos de gran valor sentimental sin saber que, detrás del proceso, se escondía una maniobra masiva de confiscación encubierta.
Estas joyas, muchas de las cuales habían pasado por generaciones, fueron fundidas o vendidas al mercado internacional por el gobierno. Sin embargo, los supuestos beneficios prometidos nunca llegaron: las personas jamás recuperaron su dinero ni recibieron un pago justo. A quienes intentaron reclamar, se les respondió con burocracia o directamente se les ignoró.
¿Quién se benefició realmente?
La respuesta es clara: el Estado cubano. Al centralizar estas transacciones y controlar la recolección y distribución del oro y la plata, la dictadura convirtió la desesperación económica de muchos cubanos en una oportunidad para generar capital. El oro se vendía en el extranjero, mientras que el pueblo apenas lograba sobrevivir en medio del período especial y la constante escasez.
Además, esta estrategia sirvió como una forma de rastreo social. Quienes llevaban joyas eran objeto de cuestionamientos, investigaciones y, en algunos casos, represalias, pues el gobierno asumía que poseer objetos de valor era sinónimo de “conducta contrarrevolucionaria” o procedencia ilícita.
Tiempos nuevos, culpas viejas
Más de 30 años después, muchos cubanos, tanto dentro como fuera de la isla, recuerdan este capítulo como uno de los ejemplos más flagrantes de cómo la maquinaria del régimen se ha lucrado sistemáticamente a costa del pueblo. A pesar del paso del tiempo, nunca hubo rendición de cuentas, ni disculpas públicas, ni compensación para las víctimas de esta estafa organizada.
Las nuevas generaciones deben conocer esta parte de la historia para entender que el despojo protagonizado por el castrismo no ha sido solo físico o económico, sino también moral. Las Casas del Oro y la Plata reflejan una estrategia repetida a lo largo de décadas: utilizar causas sociales como fachada para mecanismos de enriquecimiento estatal y control ideológico.
Una llamada a no olvidar
Recordar las Casas del Oro y la Plata no es un acto de nostalgia amarga, sino una advertencia histórica. A través de ellas, el régimen dejó claro que no dudará en apropiarse del patrimonio individual, bajo cualquier pretexto, cuando necesite financiamiento o deba consolidar su poder.
Desde el exilio o desde dentro de la isla, los cubanos tienen hoy la responsabilidad de exponer estas prácticas, documentarlas y exigir memoria, justicia y verdad.
Conclusión
Las Casas del Oro y la Plata representan otra mancha imborrable en la historia del castrismo. Una estafa institucionalizada que privó a miles de cubanos no solo de bienes materiales sino también de confianza en las instituciones. El pueblo tiene derecho a recordar, denunciar y exigir rendición de cuentas, porque la memoria es también una herramienta de resistencia.
Puedes leer el artículo original aquí: https://www.cubanet.org/las-casas-del-oro-y-la-plata-otra-gran-estafa-del-regimen-castrista/
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